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El desafío del vello corporal

Entre Pelo y Armonía: La lucha de una joven con su propio cuerpo

By Community Voices
Una joven comparte su lucha con el vello púbico excesivo y el conflicto entre estándares de belleza y comodidad personal.
 |  Intimate Beauty
Mujer joven sintiéndose insegura en la playa por su vello corporal

Para muchas mujeres, la cuestión del vello corporal es sencilla: recortarlo, depilarlo o dejarlo crecer. Pero para Emma, una mujer de 26 años que vive en una ciudad donde el verano significa playas y fiestas en la piscina, el tema está lejos de ser simple. Desde su adolescencia, ha lidiado con algo que la hace sentir fuera de lugar con sus compañeras: un vello púbico excesivo.

No se trata de un poco de vello que asoma más allá de un traje de baño. El vello de Emma crece más allá de la línea del bikini, por la parte interna de sus muslos y mucho más allá de lo que la mayoría espera. Es una realidad física que le ha causado incomodidad durante más de una década. Afeitarse le provoca irritación. La depilación con cera es costosa, dolorosa y temporal. Las cremas depilatorias irritan su piel. Y, sin embargo, cada vez que piensa en ponerse un traje de baño, la misma ola de ansiedad la golpea: ¿Qué pensarán los demás si lo notan?

La pubertad fue el punto de inflexión. Mientras sus amigas bromeaban sobre afeitarse las piernas o probar una depilación de bikini por primera vez, Emma sentía algo diferente: vergüenza. «¿Por qué mi cuerpo produce tanto vello? ¿Por qué no puedo ser normal?» se preguntaba frente al espejo del baño. Nadie habla abiertamente de este tipo de problemas, y ese silencio solo la hacía sentir más aislada.

Con el tiempo, Emma se volvió experta en ocultar el problema. Shorts cuidadosamente elegidos, pareos y trajes de baño de una pieza se convirtieron en su armadura. Pero ocultar nunca le trajo alivio. Al contrario, la hacía más consciente del esfuerzo que debía hacer solo para sentirse presentable en público.

Hoy, Emma enfrenta otra batalla, esta vez mental. En las redes sociales, ve dos mensajes contradictorios. Por un lado, le dicen: Siéntete cómoda en tu propia piel. El vello es natural. No dejes que la sociedad dicte tus decisiones. Es un mensaje que suena positivo, incluso liberador. Pero cuando Emma se mira en el espejo, no se siente cómoda. Y fingir que sí lo está sería deshonesto.

Luego está el otro lado: la presión silenciosa de la comparación. Revistas, anuncios, influencers e incluso amigas dejan claro que la piel suave sigue siendo el estándar en muchos círculos. El cuerpo sin vello en bikini sigue siendo la imagen que se muestra en las pantallas, recordando a las mujeres cómo luce lo «atractivo». Emma admite que cuando se depila el vello púbico, se siente hermosa: más ligera, más segura, menos preocupada por ser juzgada. Le gusta esa sensación. La quiere. Pero ese deseo viene acompañado de culpa. ¿Está traicionando algún principio mayor al querer menos vello? ¿La hace eso superficial? ¿O es simplemente una elección personal?

Para Emma, la conversación no se trata de hacer una declaración. Se trata de encontrar paz mental. No quiere vivir bajo una presión constante, ya sea para ajustarse a las tendencias de belleza o para rechazarlas en nombre de la aceptación corporal. Quiere la libertad de elegir lo que la hace sentir cómoda sin que nadie cuestione sus motivos.

La verdad es que no hay nada de malo en querer vivir con menos vello. No hay nada de malo en querer sentirse atractiva según tu propia definición de belleza. Y no hay nada de malo en admitir que algunas luchas son simplemente personales: no políticas, no filosóficas, solo humanas.

La historia de Emma plantea una pregunta que vale la pena considerar: ¿cuándo se convirtió algo tan básico como el cuidado personal en un campo de batalla? ¿Por qué la decisión de una mujer de eliminar el vello –o no hacerlo– tiene que representar una postura sobre cuestiones sociales? Para Emma, no se trata de lo que dicen las feministas, lo que muestran los influencers o lo que promueven las revistas. Se trata de una experiencia muy real, muy personal, de vivir en un cuerpo que no coincide con la imagen que le gustaría ver en el espejo.

Al final, Emma sabe una cosa: no busca la perfección. No intenta borrar quién es. Solo quiere sentirse bien cuando se pone un traje de baño, sin pensar demasiado en cada hebra de vello. Y tal vez ese sea el punto: a veces los estándares de belleza y la comodidad personal se cruzan. A veces no. Pero la elección siempre debería pertenecer al individuo, sin juicios de ningún lado.


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